jueves, 27 de septiembre de 2012

Fin a la Iniciativa Mérida; John M. Ackerman:

Fin a la Iniciativa Mérida John M. Ackerman El pasado martes 18 de
septiembre, en el marco de su visita a Juan Manuel Santos, presidente
de Colombia, Enrique Peña Nieto afirmó que ese país "representa un
ejemplo exitoso de lucha contra la violencia y la criminalidad
organizada". El mismo día, Alejandro Poiré, Guillermo Galván,
Francisco Saynez, Genaro García Luna, Marisela Morales y Patricia
Espinosa se encontraban en Washington rindiendo cuentas a sus
homólogos estadunidenses sobre los saldos de la "guerra contra las
drogas", en el contexto de la cuarta "reunión de alto nivel" de la
Iniciativa Mérida. Allí, Hillary Clinton expresó su confianza en que
el "alto nivel de cooperación y creencia en la responsabilidad
compartida" establecidos con el gobierno de Felipe Calderón
continuaría con "la próxima administración mexicana". Tiene razón la
canciller estadunidense. Al parecer Peña Nieto no tiene ningún interés
en modificar las coordenadas de la relación de México con Estados
Unidos y no transformará los términos de la estrategia de combate al
narcotráfico iniciada por Calderón. Al contrario, el presidente electo
ya anunció que el Ejército seguirá en las calles, y con el
nombramiento del general Óscar Naranjo, exdirector de la Policía
Nacional de Colombia y "agente especial" de la DEA, como su asesor en
materia de seguridad pública, envió una clara señal de continuismo a
los estadunidenses. La decisión de iniciar su gira por América Latina
en Guatemala, para sacarse la foto con el presidente Otto Pérez
Molina, quien, como Peña Nieto, es un "dinosaurio" emblemático del
peor pasado autoritario, y en seguida llegar a Colombia, confirma el
interés del presidente electo mexicano de dar continuidad al
entreguismo de Calderón. Tal como ha sido señalado por Julio
Hernández, Peña Nieto "geográficamente ha dado sus primeros pasos
diplomáticos hacia el sur, pero políticamente su equipaje discursivo y
su brújula están abiertamente orientados hacia el norte". Habría que
recordar cómo, en el segundo debate presidencial, el priista deslizó
la necesidad de visualizar a México principalmente como parte de
América del Norte y dejar atrás la idea de que seamos
latinoamericanos. Afortunadamente, la gran mayoría de los mexicanos no
coinciden con quien se pondrá la banda presidencial el 1 de diciembre.
Estudios recientes demuestran que los mexicanos se identifican mucho
más con sus hermanos latinoamericanos que con los habitantes de
Estados Unidos y que tienen una enorme desconfianza en las políticas
de Washington. Datos del Centro de Investigación y Docencia Económicas
(CIDE) revelan que mientras solamente 7% de la población nacional se
siente "norteamericana", más de 50% se considera principalmente
"latinoamericana".
Asimismo, el Country Rating Poll de la BBC sistemáticamente
demuestra que el mexicano es uno de los pueblos que menos creen que
"la influencia de Estados Unidos en el mundo" sea "positiva". Con
respecto a esta valoración, México se encuentra en un nivel similar a
los ciudadanos de Egipto, Pakistán y Rusia, con una tasa de aprobación
de los mexicanos a los estadunidenses que varía entre 13% y 38%,
dependiendo del año y del encuestador encargado de aplicar el estudio.
Llama la atención cómo, en su comunicado conjunto del martes pasado,
Clinton y Espinosa no se atrevieron a presumir ningún éxito concreto o
medible de la Iniciativa Mérida. El documento concluye que "en
los cinco años desde que anunciamos la Iniciativa Mérida, nuestros
esfuerzos han llevado a grandes avances cuantitativos y cualitativos
en la cooperación bilateral en contra del crimen organizado
trasnacional. Ello ha ayudado a establecer una sólida fundación de
confianza y coordinación entre las autoridades estadunidenses y
mexicanas responsables de prevenir y combatir al crimen". En otras
palabras, el único logro material de la colaboración entre los dos
países ha sido la misma colaboración. Al menos los gobiernos de México
y Estados Unidos han tenido el recato de no inventar que la estrategia
de los últimos años supuestamente haya logrado mejorar la seguridad de
los mexicanos o reducir el flujo de drogas hacia el norte. Ello sería
una vil mentira. Por lo tanto, los funcionarios se limitan a celebrar
la consolidación de los nuevos "hábitos de cooperación" que, confían,
rendirán frutos en el futuro. Es en este contexto que Peña Nieto
ensalza el caso colombiano como un "éxito" en la materia. Lo que no
menciona el priista es que el Plan Colombia implicó un
intervencionismo aún mayor que el Plan Mérida de las fuerzas militares
estadunidenses, y que se basó en estrategias de contrainsurgencia que
violaban de manera generalizada los derechos humanos de la población.
Colombia, por ejemplo, ya se encuentra bajo observación formal de la
fiscal de la Corte Penal Internacional por los sistemáticos ataques a
la población civil durante las últimas décadas. Cada día queda más
claro que la prioridad principal de Barack Obama, Felipe Calderón y
Peña Nieto no es la paz, y ni siquiera "ganar" la guerra contra las
drogas, sino solamente administrar la violencia para que no cruce el
río Grande hacia el norte. Estrictamente, entonces, la "colaboración"
entre México y Estados Unidos efectivamente ha sido todo un "éxito":
ya se ha alcanzado el objetivo de que los mexicanos paguemos con
nuestra sangre todos los costos de la errada estrategia. Así, llegó la
hora de pensar seriamente en poner fin a la Iniciativa Mérida y
suspender todo el financiamiento de Estados Unidos hacia el aparato de
seguridad mexicano. Si bien puede ser útil que ambos gobiernos
compartan inteligencia criminal y coordinen el combate al lavado de
dinero, una vez que el gobierno mexicano recibe armamento y
financiamiento militar directamente de Washington nuestro país
sacrifica la soberanía necesaria para articular una nueva estrategia
que ponga en primer lugar la salud pública y el bienestar de los
mexicanos. El que paga manda.

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